miércoles, 20 de octubre de 2010

Las amistades complejas


Cada uno somos de nuestra madre y de nuestro padre desde que nacemos. Con esta frase hecha, no quiere decir que seamos de su propiedad, sino que cada uno de nosotros tenemos nuestra especial forma de ser y las particularidades que ello implica.
Desde que el mundo es mundo hay una serie de enemistades establecidas, no se sabe exactamente por quién, que nos dejan bien claro que hay especies incompatibles y tan imposibles de mezclar como el agua y el aceite.
Pero, ¿qué pasaría si nos diéramos cuenta de que eso no tiene por qué ser obligatoriamente así?
La mayoría de los ejemplos nos llegan del mundo animal y se convierten en coletillas habituales de nuestro vocabulario; se llevan como el perro y el gato, juegan al ratón y al gato...
Sin embargo, siempre he creído que estos casos se producen por cuestiones de instinto o por el carácter depredador de uno sobre el otro.
Si desde que nacen, juntamos a un perro y a un gato, estoy más que convencido de que serán los mejores amigos para el resto de sus vidas. Viéndose como iguales, suprimiendo ese instinto que hace buscar la supremacia del uno sobre el otro, sin prejuicios establecidos.
Así somos los hombres, nos enemistamos unas razas con otras y buscamos siempre el dominio sobre los demás, con resentimientos heredados e ideas preconcebidas.
Si fuéramos capaces de romper con aquello que oscurece nuestro interior, que nos pone vendas en los ojos y nos hace ser depredadores de nuestros semejantes, la vida sería distinta y no existirían las enemistades eternas.
El amor lo puede todo, y hace que no haya nada imposible. Como muestra os dejo la historia de este video.