jueves, 21 de octubre de 2010

Deja para mañana lo que no puedas hacer hoy


La vida se ha convertido en un gran reloj al que miramos de reojo constántemente. En ocasiones se nos olvida que hay tiempo para todo a lo largo de un día, que no es más que una cuestión de organización personal el hacer hueco a aquello que nos sirve de pequeño alimento para encontrarnos mejor con nosotros mismos.
Por supuesto que exísten las obligaciones diarias, aquellas que tanto si queremos como si no, debemos cumplirlas porque no nos queda otro remedio. La sociedad está establecida así, con ese ritmo y esas exigencias que nos sacan el estrés por las orejas.
Sin embargo, probablemente podamos cambiar esa situación de una forma sencilla, sin la necesidad de tomar medidas drásticas ni grandes modificaciones.
Quizá sea sólo cuestión de pequeños gestos.
Escuchar una canción puede llevarte como mucho 5 minutos. Si eliges una de tus preferidas, cierras los ojos, y durante su duración relajas la mente y te dejas llevar, ya estás rompiendo el estado de ánimo anterior de forma drástica.
Lo que es necesario aprender es la capacidad de concentración en los aspectos relajantes de la vida.
En ocasiones, una siesta de cinco minutos puede ser más reparadora que una de dos horas con pijama y orinal.
Tenemos una máquina más perfecta de lo que creemos, que es nuestro cerebro. Lo malo es que nos viene sin instrucciones y debemos aprender a manejarlo nosotros mismos poquito a poco.
A lo largo de un día, puede disfrutarse de una comida, de echar un vistazo por la ventana, de un paseo de camino al trabajo, de mirar una foto y emparejarla a un pensamiento, de un beso o de una risa.
Debemos aprender a distribuir el tiempo, porque un minuto da para pensar, decir y hacer muchas cosas.
Infravaloramos los segundos, pero cuánto no daríamos por pasar siquiera unos segundos con personas queridas que ya no están a nuestro lado.
Vivir y ser feliz, es lo único que no puede dejarse para mañana.