miércoles, 22 de octubre de 2014

Por la mañana



Cuando dijo que escribiría su nombre en las estrellas, ella le miró desconfiada, segura de nuevo de que su boca mentía cada vez que liberaba palabras. Intentó buscar el contacto con sus ojos, pretendía encontrar en ellos la fuerza necesaria para creerle y entregarse al calor de sus abrazos.
No fue capaz de hacerlo sin sentirse desnuda. Cada segundo a su lado era exponer su interior, lo que le hizo parecer una niña desprotegida. Siempre había tenido la capacidad de enfadarla, de hacerla reir o llorar, como ninguna otra persona en el mundo.
Tembló al notar sus caricias y no pudo controlar las lágrimas al pensar que no podría retener ese momento para siempre. El amanecer traería de nuevo la soledad, convirtiendo la noche en un instante fugaz que se desvanecería en su memoria.
Cerró los ojos y los apretó fuerte, intentando hacerle desaparecer con un conjuro mágico del que desconocía las palabras exactas. Se asustó al echarle de menos y volvió a abrirlos de golpe para encontrar su sonrisa calmada.
Él besó su mejilla, con la dulzura del que sabe que la vida es dura, injusta, y que como todo, tarde o temprano se acaba. Su muerte era extraña.
Se acercó a su oído mientras a modo de adiós obligado susurraba:
      - Descansa, todo estará bien por la mañana.