domingo, 17 de marzo de 2013

Si digo lo que pienso

(foto:zazzle.co.uk)

Digo lo que pienso como norma habitual, menos cuando pienso que no debería decirlo y entonces termino por pensar demasiado.
Me cansa que los demás me hagan pensar con sus continuos estados de inquietud agobiante. Me produce un rechazo alarmante escuchar las quejas conflictivas que no llevan a ninguna parte. 
Hay gente que se preocupa demasiado porque los demás hagan lo que ellos dicen y consideran oportuno en todo momento, y se les olvida que nunca hacen nada por remediar sus propias incongruencias. 
Vivimos un momento en el que todo lo que nos rodea parece un circo montado, en el que ya ni siquiera crecen los enanos. El chaparrón se puede aguantar, pero no que continuamente te roben el paraguas.
Los hay que pierden el tiempo discutiendo si es mejor un paraguas o un chubasquero, si la lluvia cae de lado o vertical, si les parece bien, mal, correcto, incorrecto, o fuera de lugar cualquier detalle mínimo, que por más que discutan sobre ello durante horas, la conclusión no les llevará a ninguna parte.
Me siento y espero con paciencia. Ya llegará mi momento.
Cada día que pasa es una nueva oportunidad para que el rumbo sea otro.
Pienso, y cuanto más lo hago, menos me apetece decirlo.
Diré que por decir lo que se piensa, no se está más acertado. Conviene no confundir sinceridad con indiscreción, que son algo totalmente opuesto, separado por una delgada línea que se cruza con demasiada frecuencia.
No pienso decir nada más.