viernes, 15 de julio de 2011

Plaga de periolistos

(foto:http://ciberprensa.com/)


Hoy y sin que sirva de precedente, estoy cabreado. 
Y es que hay días en los que me avergüenza tener un título que me acredite como periodista y sentirme en el mismo saco que los que pretenden ir de intelectualoides sin saber hacer ni la O con un canuto.
Estoy hasta las narices de listos del tres al cuarto, que se creen más cultos que nadie por el mero hecho de haber estudiado esa carrera. 
Me produce un desprecio descomunal que haya individuos que se crean más listos que el resto de los ciudadanos de a pie y les miren por encima del hombro, convencidos de que su opinión es más válida y cualificada que la del resto.
En días como hoy, en los que sigo chocando con los que, muy a mi pesar, debo llamar colegas de profesión, es en los que me cuesta pensar que escogí el camino profesional correcto.
No me identifico en absoluto con los periolistos borregueros, babosos sin credibilidad y estrellitas radiofónicas y televisivas.
La radio es informar, entretener o acompañar, pero no convertirla en un cortijo propio en el que lanzarse flores a uno mismo y besarse al reflejarse en el espejo.
Hoy estoy cabreado por tener que aguantar a todos esos personajillos auto encumbrados en un estrellato ficticio y repelente.
Si para ser periodista hay que ser un abanderado del gilipollismo más galopante, prefiero decir que soy locutor, comunicador, o un iluso cansado de tanto fantoche.