Cuando me enteré de la detención del jefazo del SGAE, lo primero que se me vino a la mente fue la duda de si los policías al detenerle tuvieron que pagar por leerle sus derechos.
Es curioso descubrir cómo ese ojo codicioso que durante años ha estado buscando y encontrando la forma de pelar los bolsillos ajenos por el uso de derechos de autor, se enriquecía sin sonrojarse lo más mínimo.
Supongo que es la eterna duda de quién vigila al vigilante, que en realidad es como una pescadilla que se muerde la cola, sin principio ni final.
Siempre me han sorprendido los autores que se sentían protegidos por esta Sociedad que cobraba hasta a las peluquerías con hilo musical, a las bodas o a los niños en el recreo por tararear grandes éxitos.
A los grandes artistas que hacen conciertos durante un mes y el resto siguen viviendo en Miami, debería darles vergüenza haber demonizado durante tanto tiempo las descargas en Internet y no prestar atención a los verdaderos piratas.
A todos esos artistas habría que hacerles comprender que el dinero se gana en los conciertos, trabajando, demostrando lo que saben y pueden hacer, y no en unos discos que venden a precio de oro.
La canción te la doy gratis y el espectáculo y mi arte me lo gano con esfuerzo. En la vida hay que dar un mínimo para poder recibir, así lo hacemos todos en nuestros trabajos.
Tanto hablar del top manta, que al final se ha acabado por tirar de la misma.
Ahora todos cantamos a coro a Raphael por el Escándalo.
A ver cómo le pagamos los derechos de autor con nuestra osadía.