Hay veces que ocurre que se anuncian cambios y sin embargo, echando un breve vistazo al entorno, todo parece seguir en el mismo sitio.
Cambian los ministros pero no las menestras que sirven de guarnición para este filete duro que estamos acostumbrados a comer a diario.
Mis bolsillos me siguen enseñando los dientes cada vez que acerco la mano y la cartera es como una almeja apretando fuerte para que no le extraiga la perla.
Nada cambia en los precios del mercado, no el de la prima de riesgo, que a mi lo asuntos familiares cada vez me interesan menos, sino los mercados de frutas, de verduras, de la cesta de la compra con coste de oro.
Los sueldos siguen siendo los mismos y las prestaciones exigidas a cambio se incrementan.
Siguen pidiendo implicación a los empleados cuando es la empresa la que no se implica por las personas, sino que las desgasta como un zapato con suela de goma caminando por un camino de lija.
Otros se frotan las manos pidiendo un adelanto en las elecciones y así llegar al poder antes.
Lo que interesa es ocupar el sillón, no la solución a los problemas.
Se irán los calamitosos y vendrán los indefinidos.
Llegarán promesas de cambios y sin embargo, nuestro paladar, seguirá manteniendo ese gusto insípido.