(foto:http://desmotivaciones.es)
Vaya por delante que soy de los que se alegraría como el que más si al final Madrid fuera sede de los Juegos Olímpicos. De qué año, visto lo visto, no lo sé, pero ciudad olímpica a fin de cuentas.
El asunto se ha convertido ya en una cabezonada de un alcalde que desde hace unos años, parece como loco por quedar plasmado en los libros de historia como el que consiguió traer los Juegos a Madrid. El otro posible candidato, del partido rival, lo apoya igualmente no vaya a ser que para esa fecha hayan conseguido la alcaldía y quede feo un regidor que en su día no apoyó la moción.
Así que volvemos a retomar el mismo cuento de las dos anteriores veces que nos dieron en los morros.
Dicen que el gasto será menos esta vez ya que hay mucho construido. Por mi parte siento escalofríos cuando paso por el solar de lo que antes era el Estadio Olímpico Vallehermoso y lo veo vacío, rodeado por una vallas que recuerdan lo que fue, lo que quisieron que fuera y lo que no llegó a ser.
No estamos para gastos caprichosos y aunque es verdad que un evento deportivo de esas características generaría empleo y una inyección económica, todavía hay ciudades pagando deudas por Olimpiadas de hace 30 años.
Madrid es una ciudad preparada, pero los bolsillos de sus contribuyentes llevan demasiado desgaste ya como para animarles a que se emocionen con una nueva candidatura.
Si alguien no lo apoya, es igual de comprensible. Yo también dudo del beneficio real que supondría para el bolsillo del españolito medio, en comparación con la cartera del primo, sobrino, hermano o amigo "de", que venderá terrenos, servicios o mano de obra.
A fin de cuentas no tenemos poder de decisión, la candidatura es oficial y sólo nos queda esperar la resolución y ver si será otro fracaso o por fin conseguiremos alcanzar la meta.
Veremos si nos conviene lo que venga o si al final seguiremos acumulando deuda, y la cabezonada nos saldrá por un (Olím) pico.