miércoles, 15 de diciembre de 2010

Observar el mundo


Miro más que hablo. Me observo a mi mismo contemplar minuciosamente los detalles, mientras que mi boca permanece sin la actividad que se le presupone.
Soy consciente de que cada vez hablo más por obligación laboral que por gusto propio. Tengo mucho que decir, pero se requiere poco tiempo para expresar un pensamiento si la idea está clara en la cabeza.
Me gusta conversar y debatir sobre cosas que me interesan. Desde hace tiempo me río más conmigo mismo y eso hace menos necesario el reirme con los demás. Aunque lo hago.
Sigo interpretando mejor los silencios, los gestos y las miradas, que los discursos parlanchines que dan vueltas sobre ideas imprecisas y vacías de fundamento.
Prefiero a las personas que hablan poco y a un volúmen normal, sin ser estridentes ni susurradores temerosos. Las ideas propias jamás deben sonar débiles, porque en ese caso es que ni siquiera se la cree el que la expresa. Quizá tampoco sea propia.
Observo lo bueno y lo malo, porque en la mezcla de ambos busco el equilibrio de pensamientos.
Miro el mundo con la fortuna de poder hacerlo con mis propios ojos, sin que nadie me lo cuente. Porque somos afortunados de conservar nuestros sentidos para capatar todas las peculiaridades de lo que nos rodea.
Insisto en la belleza de nuestro mundo, nos equivocamos al pensar que no es un lugar maravilloso. Si se oscurece y se convierte en un lugar duro y repleto de maldades, los únicos culpables somos las personas.
Abre los ojos, observa, descubre que hay mucho que ver más allá de lo que pensabas.