viernes, 3 de diciembre de 2010

Corporativismo desmesurado


Estoy aburrido de los servilismos pasados de rosca que defienden algunos.
Generalmente suelen ser los que se creen herederos de una empresa y en realidad son el último mono.
Me resulta ridículo tanta defensa apasionada llena de lagunas y contradicciones.
Si nos guiamos por ese tipo de ideas, el trabajador de una editorial sólo podría leer libros de autores que estén publicados por su empresa, el de una discográfica sólo escuchar los álbumes de los artistas que ellos promocionan, o en el caso periodístico, ver sólo el canal de televisión en el que trabajas, leer sólo un periódico, una revista, o escuchar sólo tu radio.
No me gustan las estrecheces de mente ni las ideas absurdas de traiciones sin fundamento.
Cada uno es libre de ver, leer, escuchar o comer lo que le plazca, sin necesidad de sentir que le debe nada a nadie, y mucho menos a empresas que no tienen por costumbre premiar esa entrega, hasta del alma, por la imagen corporativa.
Yo siento los colores de los míos, de mi gente, mi familia y mis amigos, pero no de una empresa que suele poner poco de su parte para que yo viva mejor.
Respeto los pensamientos contrarios a este mío, pero no cuentan con mi comprensión.
No trago con la transparencia de premios Planeta, Ondas o de los estudios del EGM. El maquillaje, los intereses y los amiguismos, son más antigüos que el mundo empresarial.
Que siga tragando quien quiera, que yo en cuanto se abra la puerta, me bajo en la próxima estación.