miércoles, 29 de diciembre de 2010

La próxima estación

(foto:unamismarealidad.wordpress.com)

El último tren sale de la estación, mientras las horas permanecen impasibles ante el paso del tiempo.
La luz no es más que un punto en la distancia, inalcanzable con la punta de los dedos y demasiado lejana para atraparla siquiera con el eco de una voz ahogada.
La melancolía del que parte se siente en cada rincón, en cada idea en forma de bruma espesa que cubre una tensa calma, una duda, una simple corazonada de que el destino puede ser la siguiente escala.
Pasos que suenan más fuertes cuando están más lejos que cuando se acercan. Retumban en un suelo sin adoquines, llenos de fango y tierra. El momento en el que hay que temer es cuando ya no suenan.
Los minutos son imprecisiones de los instantes que consumen su aliento, paladeando el sabor dulce del vino de una última cena.
Los ojos se abren y distinguen las cumbres en la distancia, la finalidad olvidada y el reto marcado.
Amanece en la sonrisa del viajero mientras sus ojos se iluminan de pensamientos de un mañana.
La esperanza esta vez no fue la última en perderse, tan sólo la más tardía en ser encontrada.
El tren silba y se pierde en el resplandor de la lontananza, sabiendo que aún queda distancia, que la próxima vez que se detenga, tan solo será una estación más, únicamente la próxima parada.