martes, 7 de diciembre de 2010

Apolíticamente correcto


Yo estoy a plan y no es por gordura sino por insuficiencia respiratoria en las glándulas comprensivas, si es que existe tal patología. Mi mente apolítica sufre de un escepticismo galopante de tal magnitud, que empiezo a pensar que quiere dejar de ser parte de mi conjunto óseo, familiarmente llamado cabeza o perola.
 No sé si alguna vez habrán imaginado lo difícil que es mantener una discusión contra la propia cabeza de uno, es impensable. Podría enumerar razones médicas que demuestren que no es posible que una mente deje de formar parte de una cabeza, pero no sé nada de medicina. Podría mentirles, sería fácil, pero sin fines electorales de por medio le faltaría el toque de emoción necesario. 
En numerosas ocasiones me pregunto si mi mente contará con los puntos de vista de todos mis pensamientos, quizá no todos quieran abandonarme. A lo mejor el ansia de librarse de mi opresión le convierte en opresor de mis pensamientos libres.
Francamente, no sé ustedes pero yo estoy hecho un lío. No comprendo las independencias dependientes, ni las libertades libertinas. Mi mente para ser oída necesita mi boca, así que si decide consumar este curioso divorcio, es posible que se quede sin voz, ni voto.
Bien pensado, no sé quién sale ganando de esta ilógica independencia. Ya sé que en estos momentos todo me parece incomprensible, pero ¿qué quieren que le haga?. Ya se sabe que después de la tormenta siempre llegan los charcos, y mis glándulas comprensivas están con el agua al cuello. 
Espero que sepan nadar. 
La solución al problema la desconozco, pero como primera medida he dejado de beber cava, que siempre me han dicho que se me sube a la cabeza. Así que, aunque sólo sea por joder y por juntar churras con merinas, además de apolítico, me hago abstemio.