Todo pasa y todo queda, dijo el poeta.
Dicen que el tiempo lo cura todo y sin embargo, lo dudo.
La vida es una carrera de relevos. Siempre nos fijamos en el que corre hacia la meta pero nunca en el que ha pasado el testigo.
Nuestra atención se fija brevemente en un objetivo, para rápidamente pasar al siguiente.
Angustia pensar en el estremecimiento de la tierra nipona hace tan sólo dos meses. Haití ya pasó el relevo. Bin Laden eclipsó a Siria y de Egipto nos acordamos cuando truena.
El tiempo pasa cuando se mira desde lejos, pero el discurrir de los días se antoja distinto para los que continúan en el epicentro de la tragedia.
Lento o rápido, son conceptos relativos.
Los pensamientos se quedan cortos. Las manos que prestan ayuda se cuentan de una en una y no a pares. El empeño es un eco lejano que pasa de moda.
Estoy seguro de que si nos preguntaran, muchos cambiaríamos el dinero gastado en campañas electorales y carteles propagandísticos, por comida y ayuda humanitaria para Japón, Haití u otros lugares necesitados.
Mezclo utopías con canciones. Gente que sigue calando en las conciencias, incluso cuando se cumplen 30 años de su muerte.