martes, 17 de mayo de 2011

De profesión: Montador del Ikea




Por todos mis allegados es conocida mi portentosa habilidad para el bricolaje y las chapuzas en general.
Soy capaz de cambiar la decoración de mi casa entera con la ayuda de un único clavo. Ni siquiera hace falta que sea uno grande, con uno chiquitito me sobra.
Soy capaz de agrietar la pared, desconchar la pintura, reventar el cristal de los cuadros, destrozar los marcos, romper el jarrón, cortarme el dedo gordo del pie con los restos, empapar la alfombra y aplastarme el dedo meñique de la mano, todo esto del primer martillazo.
Segundos después vendrá el listillo de turno a preguntarme; ¿has utilizado el nivel para ver si lo estabas clavando a la misma altura?.
¿De verdad alguno de vosotros, conocidos míos, me véis la capacidad de utilizar un nivel?
Si ayer para colgar unos cuadros a la misma altura iba haciendo agujeritos hasta comprobar que estaban a la misma altura...a ojo, por supuesto, como todo buen manitas.
Resultado: cuatro marcos de fotos colgados y unos 10 orificios tras ellos. Un trabajo fino.
Eso sí, no hay tornillo Händstarkutren, mesa Ramsklüntrinkin, ni estantería Klünderjánder que se me resista.
Visto lo visto, tal como andan las cosas, si el tema de la radio falla me hago montador del Ikea.
Primero cambiaré mis herramientas del chino por unas más acorde con mi profesionalidad. Un martillo que no salga disparado del mango y destornilladores que no se doblen al más puro estilo Uri Geller, sólo con mirarlos.
Por lo demás, sin problemas. Es un detalle sin importancia que siempre atornilles uno de los paneles al revés o que se te quede una balda torcida. Inginificancias, no hay que ser tampoco tan sibarita.
¿Y la satisfacción que da montar tu solito la cajonera Desköjonflunkën qué?
El que no lo disfruta es porque no quiere.
Periodista y locutor sí, en mis ratillos libres. De profesión: montador del Ikea, con un par de Wuëhvosjelängs.