miércoles, 25 de mayo de 2011

Sin olvidarse de la naturaleza



Comparto el enfado generalizado por la situación política, laboral, o de vivienda. El cambio de conciencia se necesita como el comer y los cerrados de mente deben sentarse a pensar que no todo en la vida son unas siglas concretas o un dogma estricto.
A pesar de todo, no es algo que consiga apasionarme como para acampar en la calle.
Sí me ataría a un árbol para que no lo cortaran o protegería cualquier especie animal poniendo una tienda de campaña en el lugar que fuera.
Supongo que es cuestión de principios, de preferencias o de puntos de vista.
Las personas nos quejamos de lo que elegimos, pero los animales ni se quejan de algo que no es de su elección.
Estoy harto de las historias de zoológicos que mantienen encerradas a especies que deberían vivir en libertad. Cansado de las matanzas de focas, de delfines, de zorros para vestir a zorras y de bisontes que si pudieran mudarían de piel.
Somos una especie destructiva y egoísta que pedimos por lo nuestro pero se nos olvida que en el planeta no somos lo más importante.
Queremos viviendas dignas con agua corriente mientras dejamos que los ríos se sequen o se contaminen.
No nos importa el PVC tóxico de las ventanas, los bosques talados para madera, ni las emisiones de CO2 de esos vehículos que queremos poder pagar sin agobios.
Soy uno más de las protestas, pero no a costa de perder lo más valioso que tenemos: la naturaleza.
Esa que aún nos deja disfrutar de sus colores, sus paisajes, sonidos y olores a pesar de todo lo malo que le hacemos.
Es la hora de los animales, de las flores, del agua y de las piedras.
Ecología real ya, ese es el auténtico cambio de conciencia.