(foto: Víctor Jara http://www.lavozdelsandinismo.com/)
Las voces no estaban muertas sino dormidas.
Cuando las esperanzas tienen un fin positivo hay lluvia de vino y rosas. Las calles son tomadas por palabras de un mañana distinto, de un quizá menos dubitativo, de silencios voluntarios y opiniones libres a pie de vida.
El kilómetro cero en las entrañas de la gran ciudad aumenta sus números con presencias, miradas, manos y voces que expresan lo bueno y lo menos bueno.
La conciencia no es un bien de tiempos pasados. Perezosa en ocasiones, se convierte en el arma más fuerte de la que dispone el ser humano. No exíste bomba más potente que la voluntad de las personas para lograr que algo cambie.
El planeta sufre un cambio que es necesario mirar con los ojos abiertos y sin miedo a lo que asomará detrás de la ventana.
El hoy es un camino de espinas que hay que barrer para forjar el mañana.
El futuro no es más que lo que construímos cada mañana, cada minuto, con cada palabra.
La canción protesta resuena hueca debajo de los adoquines de una ciudad evolucionada, transformada, pero que en esencia, sigue latiendo como si no hubiera cambiado nada.