Prometo no cansar demasiado con asuntos políticos estando a las puertas del fin de semana. Puede ser el detonante de lipotimias y espasmos musculares de los cuales no quiero ser responsable. Lo he prometido, otra cosa es que lo cumpla.
Y es que con el comienzo de la pegada de carteles electorales esta pasada noche, se da rienda suelta a las imaginaciones de los asesores y miembros de los partidos.
Yo en vez de carteles, pegaría directamente al candidato en la pared o en lo alto de la farola y no le despegaría mientras no cumpla lo prometido. Lo mismo así se lo pensaban dos veces antes de soltarlas por la boca.
Personalmente me imagino la escena y tiene que ser divertido. Muchas veces tengo la sensación de que se sientan unos cuantos alrededor de una mesa y el juego consiste en ver a quién se le ocurre el mayor disparate.
Momentos en los que el candidato le dice a su asesor, trae a Fulanito que es un cachondo, verás como se le ocurren unas cuantas y nos echamos unas risas.
No pretendo ofender a políticos que puedan leer esto, pero tampoco me gusta que ofendan la inteligencia de las personas.
Ellos tienen su derecho a prometer, yo me reservo el mío de querer o no creerlos.
Me gustan los pólíticos serios, coherentes con lo que piensan y proponen. A fin de cuentas tienen en sus manos la capacidad de tomar decisiones que nos afectan a todos y a nuestra vida diaria.
Lamentablemente en España tenemos tendencias distintas en cuanto a las promesas. Somos más del prometo y prometo hasta que la meto, y una vez que la he metido, se acabó lo prometido.