martes, 23 de noviembre de 2010

Demasiadas malas noticias


Hace demasiado tiempo que cuando abro el periódico, lo primero que busco es el chiste de Forges.
Empiezo a considerar como un acto de tortura comenzar la prensa por sus portadas, ya que te encuentras a quemarropa la peor de las noticias administrada de golpe y sin anestesia.
Me cansan las malas noticias, pero si ojeas el periódico no puedes esperar otra cosa.
Cuesta una barbaridad encontrar algo positivo dentro de esos pedazos de papel llenos de tinta, de un color tan negro como la actualidad que se nos cuenta en su interior.
La realidad es la que es, está claro que no podemos cambiarla y hay que contarla, pero me niego a pensar que sea lo que más nos interesa. Una cosa es estar informado y otra bien distinta es deprimirse en el intento.
El sensacionalismo camuflado quizá sea un truco de márketing recurrente y con resultados positivos, los seres humanos sentímos una extraña atracción por la carnaza, pero en el fondo no nos aporta ningún beneficio.
Más bien estamos curados en espanto y eso es una de las peores cosas que nos puede pasar, que veamos atrocidades y estemos tan acostumbrados a que sean nuestras imágenes del día a día, que ya ni siquiera nos sorprendamos mínimamente.
Por desagradable que sea, el horror debe seguir afectándonos o estaremos perdidos. La sensibilidad y la solidaridad es lo que nos queda, así que conviene mantenerlo a toda costa.
Tabloides llenos de malas noticias, portadas a color en las que la sangre luce más viva y casi con aspecto palpable.
Lo peor de todo es que un periódico de buenas noticias sería delgado, tendría poco público y escaso interés empresarial por su nulo beneficio económico.
A ver si al final va a ser cierto que se nos suministra lo que consumimos, que es cuestión de oferta y demanda, que lo negativo es lo que vende y lo bueno, nos pese lo que nos pese, tiene mucha menos tirada.