jueves, 4 de noviembre de 2010

Bombardeo de melopidos


El otro día estaba recién levantado, con los pelos todavía de punta y la legaña colgando, y encendí la televisión mientras comenzaba a desperezarme. Los días de fiesta sirven también para eso, para levantarse sin que el despertador te meta prisa y para destrozar el sofá mientras en un acto automático pulsas los botones del mando a distancia.
Es más que probable que todos nosotros recordemos la edad en la que la navidad era el tiempo del juguete, de las revistas de El Corte Inglés o de Galerías Preciados. Era un ritual que no podía faltar, armase de lápiz o boli, y llenar de cruces el folleto para que los Reyes Magos tuviesen claras las preferencias.
Las cosas han cambiado bastante, gracias en gran parte a los intereses comerciales y publicitarios, que marcan el calendario de forma casi obligatoria.
Cada año llega antes la Navidad, dentro de poco tendremos turrones en agosto y la imagen de Papá Noel será con bañador tanga rojo (como Coca Cola manda) en las playas de Peñíscola. Nos quejamos, pero nos rendimos facilmente.
Dejando las divagaciones a un lado, me centro en mi momento de sofá recién levantado.
Me quedé atrapado durante varios minutos en una secuencia interminable de anuncios de juguetes. Mi primer pensamiento fue de agobio estresante en solidaridad con los pequeños que debían estar viendo en ese momento lo mismo que yo.
Muñecos que hablan, que lloran, que echan unos cagarrillos más grandes que los del caniche de la vecina del cuarto. Un juego de sacar mocos a una cabeza que explota si extraes el perdigón equivocado, coches que cambian de color, Playmobil versión año 2000 y la superestrella Barbie, que creo que ya no le queda profesión ni afición por experimentar.
Un bombardeo continuo en el que imaginaba a miles de niños sentados frente al televisor, lanzando exclamaciones de ¡Me lo pido! a diestro y siniestro, con los ojos desorbitados de tanta experiencia comercial.
Lo mejor son las aclaraciones, supongo que obligadas por ley, en las que se pueden leer frases curiosas como que la nave de Lego Star Wars tienes que armarla tú. Hasta ahí obvio. Pero se superan cuando te aclaran que la nave no vuela sola.
Gracias por la aclaración. Lo digo de todo corazón, ojalá me hubieran hecho una advertencia semejante cuando metí mi barco pirata de playmobil en la bañera.
El dato que aportan con más frecuencia es el precio, casi todo supera los 60 euros. Y eso sí, si quieres la muñeca y el carrito, se venden por separado. ¿Y las pilas?, ¿me podrían decir por qué les cuesta tanto añadir dos miserables pilas a un dinosaurio que gruñe que cuesta una pasta?
A este paso, con el adelanto de las campañas publicitarias de los juguetes, los niños se van a volver locos con todo lo que les entra por los ojos y quieren pedirle a los Reyes.
Después de darme el atracón juguetero, cambié el canal y vi la noticia de la declaración de la renta hecha pública por María Dolores de Cospedal, al ver lo que gana en un año me salió mi más podrido espíritu infantil y con los ojos desorbitados me dejé la garganta gritando ¡Me lo pido!