jueves, 18 de noviembre de 2010

Algunas sonrisas


Admiro algunas de las sonrisas con las que me cruzo en esta vida. Las considero una muestra inquebrantable de fuerza y bondad, ya que brindan a los demás la oportunidad de un sano contagio, además de demostrar que incluso en malos momentos un gesto amable y cálido es la mejor de las respuestas.
Me las cruzo por pasillos con poca luz artificial pero iluminados por sonrisas de desconocidos que se convierten en personas que te hacen sentir que conoces de toda la vida.
La sonrisa acerca, une, solidariza.
Siento admiración por los que sonríen mientras lloran, te cuentan que están heridos por dentro pero te demuestran agradecimiento y una ternura alejada de la autocompasión y la queja.
Les observo con detenimiento porque me enseñan a relativizar y a vivir con más intensidad el momento, dejando la mente vacía de ideas negativas y frustraciones típicas del ser humano, que suelen ser más insignificantes de lo que pensamos.
Les agradezco, con el lenguaje de las sonrisas, cada una de las lecciones vitales que aportan a todos y cada uno de los que les rodean. A mí el primero.
No admiro a las personas por lo que tienen, ni siquiera por lo que son, sino por cómo son con los demás. Hay regalos inmateriales que son más costosos que ningún otro. Esos son los de más válor, los dignos de ser guardados en cajas fuertes.
Gracias a todos los que sóis capaces de entregarlos.

A las mamás y papás de Bruno, Manu, Ana y del resto de duendes mágicos.