jueves, 23 de septiembre de 2010

No me olvido de recordarte


Cuando somos adultos, mantenemos una memoria parcial, casi selectiva de lo que vivimos en un pasado lejano, a veces más lejano de lo que quisiéramos. Ciertas imágenes de nuestro tiempo de niños, momentos esporádicos de nuestra infancia asaltan nuestra mente como rápidas diapositivas, como fotografías o cortos fragmentos de películas que nos hacen recordar con total claridad cosas que quizá, los que ya eran adultos por aquél entonces, han olvidado.
No recuerdo sus manos, pero me han hablado de ellas tanto que soy capaz de verlas si cierro los ojos. No recuerdo su tacto, aunque tengo pruebas de que acariciaba mi pelo y me sentaba en sus rodillas cada vez que podía. No recuerdo el calor de sus besos ni el jugueteo de sus dedos buscando mis cosquillas, pero en mi corazón sí los siento.
Sentada frente al televisor mientras movía sus manos al son de una coreografía tejedora, no apartaba de reojillo su mirada de lo que yo hacía. Con esa sábana vieja que ella me daba para que emulara a los toreros que faenaban en ese momento en la pantalla, yo la pasaba una y otra vez por encima de la cabeza del pobre Isidro, con su pelo negro brillante y su cuerpo de labrador tumbado en el suelo, sin moverse, con santa paciencia canina. No recuerdo su voz diciendo Olé ante mis escasas dotes de torero, pero sé que lo hacía.
No recuerdo su olor, pero sí su presencia.
Recuerdo mis construcciones de Tente en mitad del pasillo, mis quejas cuando ella me los tiraba de una patada al pasar por mi lado. Aunque en esa patada, en ese cuerpo, ya no estaba ella, su mente viajó con premura a un mundo mejor que éste.
Hoy es el día mundial del Alzheimer y te recuerdo, aunque muchas de las fotos, de las rápidas diapositivas, de tus cortos fragmentos de vídeo, permanecen imborrables en mi cabeza cada día.
Apagaste tu luz cuando yo sólo tenía tres años y aún así te recuerdo.
Mi bisabuela, abuela bisi, Julia, jamás me olvido de recordarte.