viernes, 10 de septiembre de 2010

La mañana de los zoombies vivientes


Sí, los zoombies existen, doy fe. Y no esos de las películas, ni los del videoclip de Michael Jackson que incitaban más a la juerga y al bailoteo.
Sin ánimo de parecer un vejestorio desfasado, empiezo a pensar que quizá nuestras abuelas tenían parte de razón cuando decían que la juventud se pierde. ¿A que va a ser que sí?
Mientras un servidor se dispone a encontrar las llaves del coche e intento superar el sueño acumulado de la semana para ir a trabajar, me sorprenden las luces encendidas de la discoteca de al lado de casa.
Casi como si sonaran los primeros acordes de "Thriller", un grupo de estos zoombies imberbes y de faldas cortas, salen con paso cansino y miradas perdidas de las entrañas discotequeras.
De camino a la Castellana, pasando por Nuevos Ministerios, los zoombies vivientes se multiplican, cruzando de forma temeraria, con los pantalones en el límite de caerse definitivamente por los suelos y con una parsimonia digna de los que no tienen prisa, porque tampoco tienen nada que hacer ni a dónde ir.
No estudian, no trabajan, tan sólo siguen los unos los pasos de los otros. Niños y niñas que de milagro superan la mayoría de edad pero que se les ve tan perdidos que asusta.
Entre mi sueño y mi desgana laboral, siento al mirarles un poco de pena... o será que definitivamente me estoy haciendo viejo.