lunes, 20 de junio de 2011

Una manada de tuertos

(foto: http://www.tarotida.com)

Dicen que la buena o la mala suerte no existe, que es una cuestión de circunstancias casuales que se juntan para producir un determinado final.
La buena suerte se busca a veces con esfuerzo y trabajo, pero la mala debe ser un castigo por algo en concreto, o simplemente sea una dósis aleatoria que debemos sufrir de vez en cuando para que no se nos suban los humos.
En las últimas fechas se me rompe todo y por una vez mis habilidosas manos no tienen nada que ver en el destrozo.
Primero el aparato de aire acondicionado, que más allá de mi condición de plantígrado, cualquiera que se atreva a acercarse a mi pequeño ático sin aislar, comprendería lo preocupante de la situación.
Después, el acuario de 80 litros comenzó a achicar agua mientras los peces ponían cara de sardina a la plancha y veían su futuro más negro que los efluvios de un calamar.
Una vez salvada esa crisis, apareció Hacienda, a la que estoy amenazando con romper relaciones institucionales al más puro estilo Barça-Madrid de fútbol. Te dan ayuda para el alquiler, para luego darte el palo. Gracias por la ayuda, desconfiaré el día que me hagan descuento en muletas, fijo que después vienen a romperme las piernas.
Y para rematar, el único elemento que todo hombre que se precie quiere incluso más que a su coche: la PlayStation3... Tantas noches compartidas con amigos y grandes momentos en solitario. ¿Las tragedias griegas?, un sainete en comparación con esto.
En fin, que las rachas pasan, así que espero que esta pase rapidito.
El otro día el coche me tosió y ya no pongo ni el aire acondicionado, no vaya a ser que se me resfríe.
No está la cosa para dispendios y mucho menos para tener la suerte dándome la espalda.
Dicen que siempre las malas rachas preceden a algo bueno. Si eso es cierto, empezaré a comprar loteria y a darle unas frotaditas en esta chepa que me está saliendo.