Es común en los humanos mortales, padecer dolencias cardiacas por el único malestar que es a la vez enfermedad y medicina curativa: el amor.
Y es que el que esté libre de padecerlo que tire la primera piedra. Aunque eso sí, que lo haga hacia el lado contrario del que estoy yo sentado ahora mismo.
Las calles de Madrid pueden ser de todo menos aburridas. Cuando comienzas a caminar por ellas, nunca sabes qué puedes hallar.
Lo último que he encontrado es un corazón roto con olor a cerveza y lágrimas de desconsuelo.
Una mujer que pasó cerca de él, dibujó un arco en su ruta para alejarse al llegar a su altura. Lo miró, pero lo dejó en el mismo lugar porque evidentemente no era el suyo.
Nos acercamos y le hablamos pero no respondía. Ni siquiera sabíamos que era un corazón roto.
En la vida se comienza temprano a recibir los golpes amorosos, pero cuesta un tiempo saber encajarlos. Si es que se aprende alguna vez.
La chica de poco más de veinte años levantó la cabeza para contarnos una historia única para ella, pero concocida por el resto de los presentes.
No la suya en concreto, sino la que cada uno de los que estábamos allí habíamos experimentado en algún otro momento de nuestra vida.
El amor en sus éxitos y sus fracasos, suele tener guiones parecidos para todos.
Sandra, María, Raúl, el chico vasco desconocido, su acompañante del cigarro y yo, esperamos la ambulancia mientras el corazón roto se deshacía en sollozos y nosotros en ánimos.
La historia quizá sea insignificante comparada con otras, probablemente no tenga un desenlace emocionante. Simplemente se la llevó la ambulancia.
Lo cierto es que no importa. Queda demostrado que las personas no estamos perdidas del todo, aún nos queda mucho dentro todavía.
Sobrevive nuestra capacidad de empatía, de ayudarnos a pesar de una sociedad que te obliga a tener miedo.
Desconocidos que se únen para dar ánimos a un corazón roto. Uno muy joven que mañana estará recompuesto y pasado mañana herido de nuevo.
Así es la vida, así es el mal de amores.
Seguro que todos los que estuvimos allí anoche, estamos hoy pensando qué habrá sido al final de la chica.