lunes, 13 de junio de 2011

Desmontando el campamento

(foto:http://www.heraldo.es/)


Hay indignaciones que no entienden de fechas de nacimiento, de títulos universitarios, de nacionalidades o de religión.
Aunque a muchos les cueste pensarlo, un grupo heterogéneo de personas pueden alzar la voz por un mismo asunto, e incluso unir sus fuerzas para una causa común. 
A eso también se le puede llamar solidarizarse, empatizar, o estar hasta las narices.
Para mí Sol y su campamento perdió el gas hace tiempo. Un buen mensaje, que ha calado en cientos de miles de personas, es el poso que deja este movimiento que puede marcar un antes y un después si es bien gestionado.
Si hubiera sido mejor levantar el campamento antes o después ya no se sabrá. El intentar llegar a un consenso común tiene estas cosas, que los que carecen de sentido ídem, torpedean la toma de decisiones.
Los verdaderos organizadores, la gente seria del movimiento 15M rechazaban el intrusismo entre los acampados, a los oportunistas que siempre encuentran la forma de sacar partido a las situaciones, pero poco podían hacer si la mayoría seguía enquistada en sus ideas.
Parece que el campamento se levanta y llega el momento de saber si se queda en algo que pudo haber sido, o si realmente estamos dispuestos a seguir demostrando que las cosas tienen que cambiar.
De momento los de siempre se siguen llenando los bolsillos, retoman algunos sus puestos de mando y aquí paz y después gloria.
A todo cerdo le llega su San Martín y no creo que el pueblo estemos para fiestas.
Me quedo con la imagen de Sol como una plaza llena de deseos mejores, como un punto de partida para que no sólo sea en nuestro país, sino también intentar la evolución en muchas otras naciones.
La historia no está del todo escrita, quedan capítulos que debemos escribir entre todos.
Son muchas las hojas en blanco, tantas como los sueños comunes que aún ni siquiera ha comenzado.