Con el calor se me derriten las ideas.
Especialmente las buenas, porque las malas suelen ser más frías y resisten mejor las altas temperaturas que nos azotan estos días.
Somos inconformistas y por eso nos quejamos del frío cuando hiela y del calor cuando los termómetros alcanzan sus marcas más elevadas.
A cada tiempo le corresponde sus características y hay que aguantarlo.
Personalmente soy más de bajas temperaturas. Llevo mejor el invierno, aunque ni siquiera entonces soporto un jersey gordo. Es pensar en ello y me entran los sudores.
Ves a la gente meterse en las fuentes de las plazas y calles sin ningún tipo de reparo. Si ya de por sí no soy amigo de las piscinas públicas, menos de las fuentes en las que cualquiera sabe lo que hacen las personas, los perros que pasan por allí y las palomas que necesitan acicalarse o soltar lastre.
El aire acondicionado me tiene medio averiado pero prefiero una muerte fresca aunque sea por anginas de caballo, que un calentamiento global de mis órganos internos.
Tengo ganas de decirle adiós a la ola y hola al adiós de unas temperaturas que me tienen ardiendo hasta la junta de la trócola.