lunes, 6 de junio de 2011

El atónito aviador francés



El cielo de París vió ondear de nuevo la bandera española mientras el himno, esta vez sí el correcto, surcaba el aire de la capital francesa.
El mismo firmamento por el que hace casi cien años, un aviador llamado Roland Garros batía el record de altura, para poco después ser el primero en atravesar el Mediterráneo.
Ese mismo mar que contempló, en una de sus islas, el nacimiento hace 25 años del más grande de la historia del tenis de nuestro país y ahora mismo del mundo.
Está en el camino de la leyenda, con su nombre escrito en letras de oro en la historia del deporte.
Las victorias siempre son victorias y gusta experimentarlas sea como sea. Pero hay conquistas con un sabor acentuado, más gustosas y satisfactorias.
Ganar con un público volcado en animar a tu oponente, mientras silban y abuchean tus acciones, aporta un extra de felicidad.
No creo que la gente prefiera a Federer, sino a cualquiera que juegue contra el español que lleva seis victorias en siete participaciones de un torneo que lleva 26 años sin ganar un francés.
Es absurdo, pero queda claro que nuestros éxitos deportivos no gustan demasiado en nuestro país vecino.
Lamentablemente deberían ir acostumbrándose.
Es más que probable que el himno español vuelva a surcar el cielo parisino, ya sea por el Tour o un nuevo Gran Slam.
El aviador observa desde su récord de altura las proezas de otro. Mira atónito, se estremece en su asiento mientras levanta el puño apretado y exclama: vamos Rafa!