miércoles, 5 de enero de 2011

Los dos Reyes Magos

(foto:lasmanualidades.com)


Cuando la luz del pasillo se apagaba, una tenue luz se adivinaba a lo lejos a través del cristal de la puerta de mi cuarto. Era necesario hacerse el dormido y mantener casi la respiración para no hacer ruido, cuando una silueta detenía sus pasos frente a mi puerta y durante unos segundos comprobaba el silencio.

- Duérmete ya - se oía unos pasos más allá, mientras una risa nerviosa se mezclaba con el crujir del parqué del suelo.

No importaba, los Reyes Magos siempre venían, si no te dormías ellos podían hacer magia para atravesar las ventanas del salón y depositar los regalos.
Subí las sábanas hasta justo debajo de mis ojos, mientras apretaba con fuerza mis manos y contenía no sólo el aliento, sino también la vejiga para aguantar la necesidad provocada por el nervio.
Ocurre que los estados nerviosos resultan agotadores y más para los cuerpos pequeños, así que finalmente me rendía al sueño y mis ojos se cerraban ajenos a lo que desde ese momento ocurría.
Mientras un Rey Mago vigilaba y se encargaba de los asuntos organizativos, el otro pasaba unas cuantas horas en proceso de montaje. Cualquiera que alguna vez haya intentado colocar bien todas las piezas de un juguete, sabe que la cosa no estan sencilla como aparenta.
Pero ese Rey Mago era especialmente habilidoso, siempre lo ha sido, aunque a veces no estaría mal que se dejara aconsejar un poquito más, pero eso es otro cuento.
El organizador y vigilante, se encargaba de construir un camino de caramelos que unía el salón con cada una de las puertas de las habitaciones. Para mi desgracia la mía quedaba más cerca. Aunque de poco me servía eso teniendo cerca una ladrona de caramelos, pero eso también es otro cuento.
El despertar siempre era el mismo:

- Nacho... - voz suave, pero zarandeo menos suave de regalo- dezpierta, que zeguro que ya han venido.

No podía verla, no eran ni las seis de la mañana y la oscuridad era total. Pero aún creo que siempre iba a buscarme porque ella prefería que yo fuera delante por si las moscas.
Yo por si acaso, también prefería ir primero a la habitación de mis padres, que se levantaban sin más remedio de la cama, con unas ojeras hasta los pies (no sé por qué), y nos acompañaban hasta el salón.
Tantos años después, recuerdo puntuales regalos de aquellos días, de todos esos años de emoción, de nerviosismo, entusiasmo y alegría.
Algunos dicen que pudieron ser cuarenta, oficialmente siempre se ha hablado de tres, pero el número no importa.
Ayer, hoy y siempre, agradeceré el amor, la dedicación y el esfuerzo, de mis dos Reyes Magos.