martes, 18 de enero de 2011

Gente

(foto:unidades.ifodes.edu.mx)

Cuando recorres el mundo te das cuenta de las diferentes personas que pueden cruzarse en tu camino.
Empezando por sus características físicas; su altura, edad, color de piel, mirada o la amabilidad que desprenden.
Cada lugar del planeta cumple la norma básica de albergar personas buenas y otras no tan buenas, pero jamás existe la bondad o la maldad general. Siempre hay algo rescatable.
Es cierto que el encanto de los lugares reside en gran parte en el espíritu de sus gentes.
Personas inesperadas se atraviesan en el camino y te tienden una mano cuando tu escondías la tuya temiendo que fuera mordida. Nos equivocamos demasiado en los juicios previos, en el recelo mal administrado.
A diario tenemos contacto directo o indirecto con una importante cantidad de personas. ¿Con cuántas de ellas somos amables?
Las sonrisas y la amabilidad son gratis. Se pueden dar y recibir en cualquier lugar del mundo. Y sobre todo, es mucho más fructífero y placentero que regalar una mala mirada, un desprecio o un gesto de amargura que no es más que nuestro interior transformado en reflejo.