miércoles, 26 de enero de 2011

Fiebre en los ojos

(foto:blog.ciencias-medicas.com)

Se me calienta la vista cuando salgo a la calle. Es una sensación febril que me ataca como medida de rechazo a ciertas cosas que veo.
Parece que la gente ha dejado de vivir deprisa en esta ciudad, ahora directamente van atropellados. Cuando te levantas para ceder tu asiento en el metro casi te observan con extrañeza. En el fondo parece que piensan: es verdad, eso es lo correcto. Pero acto seguido bajan de nuevo la mirada al libro o se concentran en lo que suena dentro de sus orejas y lo dejan quizá para la próxima ocasión.
No sé qué nos ocurre, pero nos hemos convertido en una sociedad protestona para nuestros adentros y sencillamente quejica de puertas para fuera. 
Quizá tardemos más años en jubilarnos que en morir, sin tener siquiera asegurada una pensión en condiciones. Nos suben el precio del aire que respiramos pero los sueldos llevan congelados para algunos más tiempo de lo que lleva supuestamente en esa situación Walt Disney.
No entiendo la irritación mal administrada, la que se saca exclusivamente en el momento menos oportuno. Es mejor pagar la mala leche con la primera persona inocente con la que te cruzas, que tener la valentía de enfrentarte a quien realmente lo merece.
Los hay que se van al fútbol y salen en televisión insultando al árbitro, al entrenador contrario, o al jugador estrella, simplemente porque viven pisoteados por sus jefes y todo lo que no le dicen a él lo expulsan aprovechando la situación, aunque estén sus hijos delante.
¿Crispación? Yo creo más bien que la conciencia del ser humano se fue por el camino equivocado.