lunes, 17 de enero de 2011

Ciao Roma

(foto:e-global.es)

Miles de años contemplan cada piedra, cada ladrillo que soporta el tamaño descomunal de la historia, cada pintura cargada de genialidad y arte que rozan lo perfecto.
Después de caminar por sus calles, se puede ser consciente de la capacidad del ser humano para dejar escapar a través de sus manos las representaciones artísticas más maravillosas. Ese mismo ser que es capaz de tantas cosas malas, demuestra sus creaciones casi inimaginables.
Cúpulas de dimensiones colosales permanecen  sin sufrir la mínima grieta a pesar de los siglos, son construcciones sólidas que contrastan con la fragilidad de las modernas y nos dejan con las dudas de cómo pudieron hacerlo con los medios tecnológicos de la época.
Luz de grandiosidad y aires de poderoso Imperio que envuelve sus calles, sus puentes y esquinas.
Murmullos de un río que cruza la ciudad y relata las vidas de los que navegaron por sus aguas o atravesaron su corriente.
Una ciudad llena de escaleras, subidas y horas de caminata que siempre llevan a alguna parte.
Siempre he pensado que me encantaría que las piedras hablasen para poder escucharlas durante horas, para que me contaran las vidas de los que pasaron a su lado y marcaron el curso de la historia.
Vuelvo a Madrid con el buen sabor de boca que dejan los nuevos lugares conocidos, como un descubridor que sacia su curiosidad y su ansia de conocimiento.
Otros destinos esperan para satisfacer el hambre  del viajero.
Mientras transcurre la espera, observo las fotografías y digo Ciao Roma.