miércoles, 20 de abril de 2011

Miércoles de cenizos



Los pesimistas, gafes y cenizos me ponen nervioso. Emplean gran cantidad de energía en pensar siempre en lo malo con la errónea creencia de que siempre hay que ponerse en lo peor por si acaso. Lo cierto es que cuesta lo mismo ponerse en lo peor que en lo mejor, la única diferencia es que mientras ocurre se respira más tranquilo.
Si cuando paso por debajo de una persiana pienso que se va a caer, si se desploma no va a hacerme menos daño que si paso pensando que está bien sujeta. En la vida es tan malo el temeroso como el temerario.
Una vez conocí a un tipo que decía que no quería tener perro por si le mordía y acabó en el hospital con la cara arañada por el gato del vecino.
Os lo cuento mientras tecleo con mi dedo índice de la mano derecha, atravesado por una cicatriz como regalo de recuerdo de un topo que salvé de morir atropellado en una carretera. Los topos son ciegos pero no idiotas, olió carne, se le vino a la cabeza una salchicha y ñam!... segundos después de que mi hermana me dijera, a ver si te va a morder.
Los cenizos distraen y por eso a veces aciertan. Cuando vas concentrado con una pila de vasos de 50 cm de altura, siempre dejan caer un se te van a caer, que sirve de elemento de distracción y fatídico. Dicho sea de paso, en mis manos más de dos vasos apilados es derrumbamiento seguro.
El caso es, que en la vida cuesta el mismo esfuerzo ver las cosas de manera positiva que negativa, es girar a la derecha o a la izquierda. Es lavar o no el coche sin pensar que va a llover. Untar la tostada sin pensar que caerá al suelo por la cara de la mantequilla.
Desafiemos a Murphy, que era un cenizo. A Nostradamus que era un triste y a todos los profetas.
No hagamos caso de cosas tontas, como aquel otro amigo que por miedo a los balonazos decidió no jugar más al fútbol para dedicarse al tenis, y acabó dándose un raquetazo en las pelotas.