Vivimos en un lugar que en ocasiones tendemos a desprestigiar y no valorar como se merece. Viajamos a otros lugares como si fueran los más bellos parajes, y si nos paramos a pensarlo podemos darnos cuenta de que no tenemos tanto que envidiar.
Sin embargo, somos dueños de unas carencias notables que nos hacen estar un escalón por debajo de otros. Somos víctimas de lo que nos venden, de lo que nos obligan a tragar por intereses comerciales y empresariales.
Las listas de los libros más vendidos no responden a la realidad de los disparos de los códigos de barras al ser vendidos los ejemplares. No son más que artimañas manipuladoras por conseguir que creamos que algo es bueno, cuando en realidad es más que probable que existan infinitas novelas mejores, colocadas apiladas en algún rincón perdido de nuestra vista.
Los premios literarios deberían ser públicos, no privados y entregados de antemano.
Conocemos la música ratonera y machacona que quieren meternos por las orejas y nos perdemos infinidad de alternativas enriquecedoras. El mismo ritmo cansino llena nuestras radios y nos dejan huérfanos de sonidos.
No estoy de acuerdo con que la televisión es el reflejo de lo que demandamos. No nos dejan decidir, consumimos como ovejas que pastan el cuadradito de hierba que nos ponen delante.
La cultura es algo más de lo q nos ofrecen. Hay mucho que descubrir y conseguir por fin saciarnos con lo que nos guste, nos llene y nos haga vibrar de emoción.
Estoy cansado del menú del día. Existen los platos especiales.
Quiero eso, sin coste adicional. Es decir, una utopía.