miércoles, 6 de abril de 2011

La sonrisa de las paredes



Las paredes sonríen cuando la calidez de un espacio convertido en hogar las atrapa. Cuando no hay ecos vacíos sino resonancias felices y conversaciones cómplices de la intimidad.
Mis paredes suenan a música de guitarra y a besos. Huelen a ella y a mí con nuestras risas de fondo.
María pinta las paredes de colores nuevos y cambia la vista panorámica de las estancias.
Tengo la mala costumbre de ir regruñendo por las esquinas, dejando en el suelo los restos de migajas de mis autoexigencias. Poseo también la buena de ir siempre con escoba y recogedor para que no se posen demasiado tiempo.
Ella tiene la mala costumbre de acostumbrarse a mi particular caracter.
Las paredes sonríen cuando no son utilizadas para darse de cabezazos contra ellas. Cuando no son usadas como excusa de una libertad ansiada.
Las paredes nos protegen, nos guardan.
Escuchan lo que decimos con la discreción del que sabe más de lo que calla.
Las paredes sonríen con ella y conmigo cada mañana.