miércoles, 13 de abril de 2011

En modo automático


Esta semana les he dado vacaciones a las musas de mi cabeza, según indica el convenio establecido entre las partes contratantes. Así que la inspiración debe estar tomando el sol en una playa de Cancún, emborrachándose hasta la madrugada y comiendo hasta saciarse.
Mientras tanto me quedo observando los cristales, pensando en el tiempo que hará que no se limpian, ya que en esta oficina siempre parece que es de noche.
La luz de neón me da sueño, a otros les despierta y les vacía los bolsillos con señoritas bailarinas ligeras de ropa, pero ese es otro neón diferente. La luz del techo de esta oficina me amodorra.
En el primer informativo de las 6:54, he dicho Buenos días son las 6:54... he puesto el piloto automático de un tío que tengo dentro de mí que le da por hablar mientras yo me pongo a roncar como un búfalo con vegetaciones.
Algunos ilusos a eso le llaman tablas profesionales, yo pienso que ya lo dijo Darwin hace años. La adaptación al medio es la clave. Las jirafas alargaron sus cuellos para llegar a las hojas más altas de los árboles. Las cebras desarrollaron rayas para tumbarse en los semáforos y que podamos pasar por encima de ellas sin que nos atropellen, y yo he desarrollado la capacidad de leer y hablar mientras me estoy quedando sopa.
Lo cierto es que es fruto de años de entrenamiento. Como cuando aquella profesora de clases particulares de matemáticas me enseñaba los senos (diré también los cosenos para que ningún enfermo se confunda), y mientras ella pensaba que había conseguido captar mi atención sin pestañear, yo andaba en el quinto sueño.
Ahora mismo el que escribe es el otro yo del piloto automático, es menos brillante que el auténtico, pero cumple su función adecuadamente.
Espero que regresen pronto las musas porque acabo de recibir una postal con sello de la Conchinchina, con insinuaciones de no retorno y estoy empezando a preocuparme.