(foto:e-cines.es)
Mientras seguimos con la preocupación puesta a miles de kilómetros de distancia, pendientes de más explosiones en las centrales nucleares, de avisos de terremotos y posibles tsunamis, me fijo en una noticia que me transporta a otro tiempo.
Me veo a mí mismo con los cómics de Mortadelo y Filemón entre las manos, disfrutando de cada página y transportando los dibujos de las hojas a la sonrisa de mi cara. Cuando somos niños vivimos al margen de catástrofes, o al menos las entendemos de diferente manera.
Francisco Ibáñez cumple 75 años con el lápiz en la mano y las historietas en la cabeza. Me parece una persona admirable y fundamental en momentos difíciles. Después de ver las noticias, resulta conveniente abrir un cómic de Ibáñez y depurarse un poco.
El humor es la mejor receta en esta vida tan complicada.
Los que hemos sido seguidores de estos tebeos sabemos el particular mundo que se crea dentro de los mismos. No importa el golpe, la altura de la caída, o la potencia de la explosión. Un chichón y unas cuantas magulladuras son lo máximo que sufren los personajes porque así lo decide el dibujante.
Pero la vida real es muy distinta.
Me gustaría que Ibáñez dibujara Japón ahora mismo para que la realidad fuera otra. Una realidad en la que no hubiera daños, penas, ni mortales y radiactivas explosiones.