lunes, 14 de marzo de 2011

Cuando se estremece la tierra

(foto: bombasoju.wordpress.com)

En momentos como estos es cuando nos damos cuenta de lo insignificantes que somos. De lo pequeños ante la naturaleza, que con sólo una bofeta es capaz de tumbarnos y causar daños de gran magnitud.
Quizá sea el cúmulo de tantas malas acciones a lo largo de los años, o simplemente una cuestión natural, imprevisible e inevitable. Particularmente tengo mis dudas.
Las imágenes que hemos podido ver durante estos días son terribles. El temblor de la tierra, la fiereza del mar y el peligro atroz de las centrales nucleares, sigue marcando la actualidad nipona y la del mundo entero. Todos tenemos puestos nuestros ojos en fotografías y vídeos, mientras las cifras de desaparecidos, heridos y fallecidos aumenta.
El eje de la tierra se ha desplazado 10 centímetros, mientras que Japón se ha movido 2,4 kilómetros respecto a su ubicación anterior. Me gustaría conocer las repercusiones reales de estos datos, pero aún no he sido capaz de encontrarlos claros y concisos, tan sólo especulaciones. Lo único claro es que no puede ser nada bueno.
Pondremos nuestros pensamientos en Japón y todos los lugares del mundo en los que las catástrofes y tragedias causan pena, dolor y muerte. El ser humano tiene la capacidad de empatizar, ayudar y ser solidario, así que hay que hacer todo lo que se pueda.
Por si acaso, hay que recibir los mensajes de la naturaleza y hacer algo. Tenemos que cambiar y ser conscientes de que no podemos seguir maltratando al planeta. 
Es la vida lo que tenemos en nuestras manos.