Ayer entré a un herbolario en busca de un remedio natural contra la indigestión social y me vendieron unas bolsitas de infusión de conformismo. Viene con trozos de frutita, está muy rico. Aunque esta opinión supongo que está provocada por los primeros efectos de la infusión.
Sin embargo, el remedio parece estar contraindicado para los inquietos de mente porque acabo de cruzarme con un perro con sombrero por la calle y me ha dado los buenos días.
Tenemos un mundo patas arriba y hasta que no llegue el día en que nos bebamos un vaso de agua y se nos ponga el pelo verde radioactivo no empezaremos a preocuparnos.
Sigue sin convencerme el supuesto altruismo de ciertas Fundaciones y Ong, que llegado el momento de la verdad, no se preocupan de aquellos a los que aparentemente ayudan, sino más bien de airear la buena acción para salvar sus almas o arreglar sus cuentas. No creo en los ángeles de bolsillos llenos de billetes, suelen dar lo que les sobra más que lo que tienen.
No me gusta cuando la caridad se convierte en limosna de efecto blanqueante en cuentas corrientes.
Le pregunté a la dueña del herbolario que si en el té que me vendía podía mojar unas galletitas o algo para acompañar, y me dijo que no había problema. Así que voy a zamparme el conformismo que parece que sobre mí no tiene efectos.
Os dejo por hoy, que está llamando a la ventana un cocodrilo que vende gafas de sol con lentes de realidades cambiantes.