jueves, 10 de marzo de 2011

La sonrisa etrusca

(foto:20minutos.es)

Admiro profundamente a las personas que consiguen emocionar a otros con sus palabras, ya sean habladas o escritas. Lo hago desde una mirada sana, agradecida por lo que aportan a mi interior y su colaboración imprescindible para crecer como persona.
No pasa un día sin que haya un libro entre mis manos, me gusta profundamente disfrutar con las creaciones, pensamientos y ocurrencias de otros. Siempre he defendido la lectura voluntaria, ya que no es la única fuente de cultura, pero sí es mi preferida.
Cada día hablo al micrófono para que mis palabras lleguen a las personas transformadas en sensaciones y pensamientos. No sé si lo consigo, pero pongo todo mi empeño y el énfasis de mi voz en ello.
Hace años tuve la oportunidad de bucear entre las letras de José Luis Sampedro y fue una experiencia maravillosa. Ayer seguí con satisfacción la entrega que le hicieron de la Medalla de las Letras y las Artes de España. A sus 94 años de vida recibe un reconocimiento merecido. En ocasiones la vida premia un poco tarde, pero consuela saber que en elgún momento lo hace.
Aún permanecen dentro de mí las palabras de La sonrisa etrusca, ese maravilloso libro escrito con una sensibilidad que estremece. La relación de un abuelo enfermo con su nieto recién nacido, con el único que es capaz de entenderse y sentir el amor verdadero, es una de las historias que más me han llenado literariamente.
No puedo darle medallas, pero como lector tiene todo mi agradecimiento.
Hago eco de su pensamiento: El tiempo no es oro, el tiempo es la vida.