(foto:natura-medioambiental.com)
Un pájaro verde fosforescente se ha estampado contra el ventanal de mi terraza. En vez de desplumarse ha tosido un par de veces exhalando humo anaranjado, ha dado media vuelta y ha seguido su camino encendiendo las farolas a su paso.
No hay de qué alarmarse, vivimos en un mundo seguro en el que las cosas no pasan hasta que pasan, y cuando ya han sucedido no hay remedio, así que para qué amargarnos la existencia.
Los amantes de la oreja de cerdo a la plancha seguro que están contentos de que proliferen los puercos de dos cabezas, o de tres si la fuga tiene las dimensiones adecuadas.
Llevamos años viendo tipos de Greenpeace colgarse de las típicas chimeneas de las centrales nucleares y nunca nadie de un gobierno ha pensado que no eran simples colgados sino que a lo mejor debía hacérseles un poco de caso.
No hay que ser oportunistas pero tampoco esperar a salir corriendo cuando se ven asomar las orejas al lobo detrás del arbusto.
Llega el afán de las revisiones de las centrales en todos los países del mundo, ¿alguien cree que sirve de algo?. Las revisiones se han producido en otras ocasiones y la vista gorda es tan común, como gordas son las mentiras que nos llevan colando por la escuadra desde hace años.
Intereses, más de lo mismo.
Me he cruzado un gorrión con orejas y cola de rata que iba gritando el anuncio del fin del mundo y veremos a ver si los pájaros de mal agüero no acaban teniendo razón.
Señal apocalíptica innegable: esta tarde he visto cerrar un todo a cien de los chinos.