(foto:maestrosascendidosendataha.blogspot.com)
Ultimamente ando con las neuronas del razonamiento vestidas de Napoleón, con un embudo en la cabeza y la camisa de fuerza a medio abrochar.
Veo manchas en la pared y me quedo durante largos períodos de tiempo buscándoles forma de animalitos o mensajes ocultos que acaban por acentuar el guiño convertido en tic del ojo derecho.
El continuo tacto envenenado de palabras torticeras y malintencionadas, de abusos de poder sin remunerar y choriceros, ha provocado una hinchazón en mis fosas nasales que no tiene precedentes.
No me gustan los que esbozan sonrisas de triunfo ante personas atadas de pies y manos. Son seres del género porcino con San Martín rondándoles la cabeza.
Las ideas deberían ser siempre reconocidas al que las tiene en la cabeza y no al que las roba. El talento y la valía se tiene o no se tiene, no se consigue a base de hurtos.
No me implico con los necios ni con los envidiosos arrogantes.
No me implico con las causas injustas ni con los que basan sus éxitos en el trabajo de otros.
No me implico con los incapaces de dar los buenos días sin leerlo en un papel para no equivocar el discurso y dejar sus carencias intelectuales al aire.
No me implico con los que no saben respetar ni querer.
No me implico con los que toman más de lo que dan.
No lo hago, ni lo haré, con los que a la sinvergonzonería le llaman implicación.
No me implico con lo que me obligan, sino con lo que a mí me parece digno de hacerlo.
Después de esto, termino por hoy, no hace falta que nadie me acompañe al salir, ya sé dónde está la puerta.