miércoles, 14 de julio de 2010

Optimizando recursos

Nunca llueve a gusto de todos, pero en ocasiones las tormentas no dejan casi espacio a las calmas y se convierten en monotonías difíciles de llevar. Hay paraguas que soportan poco peso, que se dan la vuelta al primer pequeño soplido de aire y otros que mal llamados paraguas no sirven para otra cosa que para calarte hasta los huesos.
Aunque no somos metereólogos, todos somos expertos a la hora de opinar del tiempo cuando tenemos que pasar, de forma obligada, unos minutos de ascensor compartido con algún vecino al que no has visto la cara en tu vida, o al que se la has visto y desearías no haberlo hecho nunca.
En lo que nos hacemos expertos a la fuerza es en aguantar chaparrones, en ocasiones porque el único camino que tenemos delante es precisamente en el que más llueve y a pesar de todo no tiene porqué ser el peor. En la vida se aprende más de los momentos difíciles que de los fáciles, por desgracia o por fortuna, quién sabe.
Así que como lo único que parece claro es que siempre acaba saliendo el sol, es mejor aprovechar el calor que desprende, llenarnos con su energía para aguantar los momentos de lluvia, tormenta y aguaceros, esperando con la mejor de las ilusiones a que escampe. 
Siempre habrá quien se encargue de pisar los charcos para permanentemente mojarnos. A esos hay que tratarlos como expertos en meteorología, porque en realidad son los únicos ignorantes que permanecerán toda su vida con los pies mojados. Y como la humedad les cala hasta el alma, no hay nada más doloroso  para ellos que en momentos de lluvia, cuando más caiga, les lancemos nuestra sonrisa como recurso ante la ausencia de calma. 
A eso sí que se le llama optimizar recursos.