lunes, 12 de julio de 2010

Campeones!!

Aún recuerdo cuando pasaba horas en mi cuarto acompañado de una pelota, como siempre, vestido con una camiseta de España de fabricación casera. La industria de las camisetas no había despegado hasta alcanzar la escandalosa realidad actual, que son setenta euros por una camiseta de nuestra selección. En mi caso era básicamente una camiseta roja de manga larga, con un parche del escudo de España cosido en el pecho. La camiseta más espectacular que he tenido. Un vez pasada la tela y rota la camiseta, el parche sirvió para tapar un agujero de un pantalón destrozado en algún partido. Ya no se estilan los parches ni las rodilleras, pero los que tenemos cierta edad los conocemos muy bien.
Como decía, pasaba las horas con la pelota imaginando que marcaba goles, los suficientes para llegar a la victoria. La culminación a tal onírico esfuerzo llegaba a la hora de levantar el trofeo, una especie de florero de estaño y bañado en tono dorado que tenía la forma de la copa más espectacular de la FIFA. Al menos, a mí me lo parecía. Así que encima de la cama, con aires de victoria y con una copa casi más grande que yo, jadeaba haciendo de publico y de ganador a un mismo tiempo.
Jamás pensé que llegaría el día en el que viera a España jugar una final del mundial, mucho menos creí que viviría además la victoria. No digo que no haya cosas mejores en el mundo, ni mejores sensaciones, pero hasta los que despotrican del fútbol, los que no entienden por qué puede tenerse tanta pasión por una pelota, en esta ocasión se han sentido futboleros de toda la vida.
Como cualquier estrella del partido, aún guardo la pelota.
Contemplé a Casillas levantar la copa, pero también me vi a mí, como tantas y tantas veces, con mi camiseta del parche y mi pelota de rayas reglamentaria; levantar el trofeo ganado en esa final tantas veces soñada.