miércoles, 7 de julio de 2010

El Comienzo

El primer rayo de sol de la mañana desperezó sus sentidos que se liberaron del entumecimiento y de las lágrimas de la noche convertidas en fría capa de rocío que cubría sus manos. Observó cómo brillaban sus extremidades y sonrió complacido por el comienzo del nuevo día, por ser consciente de la fortuna de seguir de nuevo sentado en su colina, unos metros por encima de la espesa capa de niebla que cubría la tierra. El aire fresco de la mañana llenó sus pulmones y sosegó su mirada, el horizonte seguía siendo lo más cercano que sus ojos podían ver.
"Sólo el que es capaz de observar el dolor y las desgracias ajenas sin compararlas con las propias, está preparado para comprender la felicidad en su estado puro", pensaba mientras recordaba la vida más abajo del manto blanco que observaba a sus pies.

-¿Por qué quieres ayudar a esa gente de ahí abajo construyendo este camino que lleve a la cima de la colina?-, le preguntó una de las piedras que cargaba en su saco.
- Sólo el que confíe en el valor de su esfuerzo, el que crea que más allá de la niebla y el viento, le espera el sol brillando, con el calor de sus abrazos y en todo su esplendor, hallará el camino que conduce a la cima.

Colocó la piedra con pausado gesto, con firme decisión y una amplia sonrisa que recorría de izquierda a derecha su cara. Contempló su trabajo satisfecho, sentado sobre la verde y fresca hierba, con los brazos cruzados y las piernas estiradas. 
No había indicaciones, ni mapas, pero no hay nada más fuerte que la esperanza. Había vencido sus miedos y ahora los observaba desde arriba, sonriente, con calma.
Siguió con la vista fija en el infinito y en muchos más lugares a los que alcanzaba."Tan solo el que sabe vivir con sosiego en la noche, es capaz de disfrutar del esplendor de la mañana".