miércoles, 7 de diciembre de 2011

En mis mocasines

(foto: Nacho López Llandres)

Decía un proverbio Sioux que antes de juzgar a una persona, camina tres lunas con sus mocasines.
Ultimamente me siento examinado y juzgado a cada mínimo paso que doy, a cada acción por pequeña que sea siempre le acompaña un aliento en el cogote que vigila en una intranquila semisombra.
Durante unos instantes, 4 minutos en concreto, he llegado a dudar de hacer bien lo que hago, he dudado de mis sueños, de mi capacidad.
Es la primera vez que me ocurre en los casi 7 años que llevo nadando contracorriente.
Que la vida no es fácil lo aprendí pronto, que las palmaditas en la espalda son autocomplaciencias cada día lo tengo más claro.
La motivación externa es tan necesaria como cargante el exceso de críticas. 
Nunca he buscado que me digan lo guapo que soy, pero tampoco he consentido, consiento, ni consentiré, que me quieran dejar por el más feo del baile.
Mal asunto el día que dejemos de tener algo nuevo que aprender en la vida, vamos mal si pensamos que todo cuanto hacemos es perfecto y no somos capaces de recapacitar sobre que siempre se puede mejorar.
Mejorar no es denostar lo hecho hasta ahora, sino saber que siempre hay metas más brillantes que alcanzar.
Hoy he dudado 4 minutos, he respirado hondo, he sonreído en el reflejo del cristal mientras me he dicho qué coño a la vez que pulsaba el botón que encendía la luz roja antes de hablar.