miércoles, 4 de agosto de 2010

La fotografía


Cuando visitamos un lugar, un país o una ciudad bonita, siempre solemos cargar con nuestras cámaras de fotos colgando del hombro, del cuello, o si es pequeña nos la guardamos en el bolsillo. Buscamos la instantánea que nos sirva de recuerdo cada vez que la miremos pasado un tiempo.
Sin embargo, las fotografías las componen diversos elementos, como edificios, árboles, animales, paisajes en general y en otras muchas ocasiones reflejan personas. Nosotros aparecemos en muchas de ellas, con el lugar a recordar a nuestras espaldas. A los que nos gusta el arte de apretar el botón y capturar algo que dura para siempre, nos nutrimos a veces de modelos inesperados, incluso que son ajenos a los kilómetros que recorrerán guardados en las memorias de las tarjetas digitales.
Estas dos niñas las encontré en mitad de una montaña de Perú, un lugar que ellas debían conocer muy bien, pero que a mí me parecía el lugar menos indicado para que dos pequeñas estuvieran solas. Apreté el botón y las capturé, pero no me las llevé conmigo, se quedaron allí sentadas, con sus gestos y sus miradas. 
Cuando alguna vez he vuelto a mirar esta imagen, pienso en qué habrá sido de ellas. Con frecuencia se hacen este tipo de fotos y quizá no pensamos que el futuro está al acecho de estas figuras desconocidas. A lo mejor guardamos fotos de personas que ya no están, o que están pero sufren más de lo que seguramente les corresponde.
Años después no sé qué habrá sido de estas niñas, pero intento no perder esa sensación que es una mezcla de tristeza y preocupación al verlas. No debería haber niños en esas circunstancias, quizá la imagen sirva para llamar la atención de los que no quieren ver esta otra realidad de nuestro mundo.
Las personas existen y sus realidades permanecen vivas en ese estático paso del tiempo del papel fotográfico, conviene no olvidar dónde les encontramos, qué sentimos al verles.
Conviene mirar siempre más allá de la fotografía.