lunes, 17 de octubre de 2011

Indignación tras la barandilla


Sentí el bullicio de la calle y tomé posiciones detrás de la barandilla de la azotea que brindaba las vistas más indignadas.
Con los prismáticos se detalla el movimiento individualizado y con la cámara de fotos se capta el sentir global de una sociedad cansada.
El rumbo dejó de marcarse hace tiempo y las brújulas enloquecen sin un norte claro al que marcar, con la sensación de que un imán manipula las agujas que conducen hacia un camino en círculos.
Desde arriba, la panorámica permite ver con amplitud las cosas, sin necesidad de recuentos partidarios ni análisis partidistas.
Las capitales del mundo se funden en una sola ciudad que clama por una sociedad distinta, por unas oportunidades que son como un tren con retraso que nunca llega por mucho tiempo que te mantengas esperando en el andén.
Por más que se intente ascender, nunca se terminan los peldaños de la escalera.
La indignación se vive de maneras distintas, desde diferentes posiciones y puntos de vista.
Unos a pie de calle, otros unos metros más arriba.
Unos con pancartas, otros con cámaras y prismáticos.
Sintiendo lo mismo, la misma indignación, pero justo detrás de la barandilla, preguntándose hasta cuándo seguirá resistiendo el peso la escalera.