miércoles, 12 de septiembre de 2012

Sentarse a esperar esperanzado




Hay ocasiones en las que necesitas subir a lo más alto de un lugar indefinido, sentarte y cruzar las piernas mientras contemplas bajo tus pies un amplio mundo que se extiende más allá de donde alcanzan tus ojos.
Respirar profundo sirve para que los pulmones renueven el aire, pero también para que la mente se despeje de problemas propios y necedades ajenas.
Pensar por uno mismo es el ejercicio más recomendable, pero a la vez el más complicado para muchas personas. En los momentos difíciles es más sencillo dejarse llevar por el razonamiento de la masa y no remar a contracorriente. Particularmente nunca me ha preocupado acabar muriendo en la orilla. Mejor eso a ser miembro alienado de una sociedad que asiente y no lleva la contraria.
Nuestra vida nos pertenece, hay que enfrentarse a la realidad de forma individual y sin estar demasiado pendientes de los posibles apoyos que encontremos en la escalada hasta la cima de la montaña. Decidimos qué o a quién nos cargamos a la espalda, pero el amor fusiona los cuerpos para que la subida no se haga más pesada.
Llegan momentos en los que hay que darle una vuelta al mapa, el camino a los sueños puede tener varias sendas y si no eres capaz de verlo, probablemente termines renunciando a ellos. Nunca hay que rendirse ni abandonar la lucha, tan sólo hay que saber encontrar el lugar adecuado por el que cruzar el cauce del río.
A veces las soluciones aparecen solas, cuando menos las esperas asaltan tu cabeza y te dan un nuevo impulso en la carrera.
Siéntate, toma aire, cruza las piernas. Las ideas están ahí, si cambias la forma de ver el mundo, es más que probable que las alcances.