viernes, 1 de febrero de 2013

Un músico del Titanic


(foto:mitomanario.blogspot.com)

Se abre la brecha en el casco del barco y el agua entra sin remedio.
Este país se está convirtiendo en un lugar en el que es imposible mantenerse a flote, de nada sirve achicar agua.
Tampoco ayuda remar más fuerte, porque cuando los compartimentos empiezan a llenarse, hacer avanzar la nave se antoja casi imposible y únicamente se consigue una aceleración del agotamiento de algunos tripulantes.
Las ratas suelen ser las primeras en abandonar el barco, pero en este caso, son precisamente las que se quedan escondidas y agazapadas en él, después de haber hecho todo lo posible para agrandar el hueco por el que se cuela el agua.
La orquesta ya está en cubierta interpretando las últimas notas de su triste melodía. No se les ve, pero están ahí.
Ha sido la primera noche triste de un hundimiento anunciado, quizá para regocijo de muchos, que equivocados creen que no acabarán en el fondo con el resto del mobiliario.
Amanece y es momento de otear el horizonte.
Hoy me siento como un músico de la orquesta del Titanic, interpretando una melodía que nadie valora ni escucha, mientras se va hacia el fondo el barco.
Eso sí, llevo un chaleco salvavidas a prueba de mordeduras de ratas.