jueves, 13 de octubre de 2011

Resistencia a lo imposible


Por naturaleza o quizá por un resorte escondido en algún recóndito lugar de mi cabeza, tiendo a rebelarme de forma instantánea cuando escucho decir que algo no puede hacerse porque es imposible.
Siempre me ha costado rendirme, pero mucho más cuando la explicación es un simple porque no.
No logro concebir que lo imposible no tenga motivo de serlo. Quizá sea utopía o falsa esperanza, pero siempre creo que si el camino directo está taponado, hay forma de rodear el obstáculo hasta llegar igualmente al punto de destino.
Me resulta imcomprensible la mentalidad de la gente que optan por bajar los brazos al primer contratiempo.
No se trata de milagros, ni de fe religiosa, sino de confianza y de empeño.
Creo firmemente en que todo rompecabezas puede resolverse.
Entre mis principales virtudes no se encuentra la paciencia, pero si la insistencia y la testarudez más ofuscada.
Todos podemos hacer aquello que nos proponemos si no olvidamos ni un sólo instante lo mucho que queremos lograrlo.
Pongo sobre la mesa el sí y guardo en el cajón el no se puede, porque no se puede y además es imposible.
Lo imposible, sólo tarda un poco más.